Por: Juan
Carlos Pinto Quintanilla
LA
GLOBALIZACIÓN DEL MIEDO
La negación
de la globalización desde algunas políticas conservadoras, dentro el propio
capitalismo, con la que iniciamos este nuevo tiempo, hacía pensar y alentar a
algunos políticos e intelectuales tanto de la derecha como de la propia
izquierda, la idea de que el Capitalismo asumiría una mirada cada vez más local
desde la perspectiva de Trump o de los propios europeos, permitiendo que el
mundo pueda desarrollar una idea cada vez más democrática e integradora de la
humanidad. Sin embargo la geopolítica del poder nos trajo de vuelta a la
realidad, y las confrontaciones bélicas por los recursos fundamentales
energéticos estuvieron acompañados de invasiones, guerras y genocidios por no
sólo la pérdida de recursos específicos
necesarios para sostener el sistema del primer mundo, sino sobre todo
para sostener una lucha por la hegemonía mundial, donde EUA, llevaba las de
perder frente a un mercado cada vez más adverso que lo ha convertido en el
Estado con mayor deuda interna en el mundo y prácticamente hipotecado frente al
poderío industrial chino.
De esta
manera, las convulsiones mundiales, fueron parte no sólo de esta disputa sino
también por la de generar mercado a la tecnología bélica de las empresas
norteamericanas que continúan siendo de las primeras en el mercado mundial, y
el sostén fundamental de sus gobiernos sean estos demócratas o republicanos. Lo
propio respecto a los grandes contingentes de soldados desplazados en las más
de 600 bases militares emplazadas en todo el mundo, que le permite al estado norteamericano
desplazar un gran contingente humano, sin un real empleo, en las tareas propias
de la dominación mundial; así como ingentes cantidades de material bélico que
son proporcionadas por las empresas de la guerra que lucran vendiendo su
producción al dominio norteamericano como a todos los estados involucrados o
por involucrar en guerras de distinto nivel. Sin embargo de todo ello, las
confrontaciones por el mercado, hace mucho que se vieron complementadas con
otros medios que van más allá de lo bélico.
Las guerras
de la información se convirtieron en un frente fundamental, tanto en los
canales de información clásicos como en las nacientes redes sociales, que
generaron una infinidad de posibilidades de influir en la sociedad y los
individuos, sobre sus comportamientos y elecciones posibles, junto a una
vigilancia que se cierne sobre la ciudadanía mundial. Pero aún más se han
estado ensayando desde hace mucho formas de intervención que permitan además de
producir las bajas esperadas en una confrontación, las consecuencias del
desarme moral del considerado enemigo y sobre todo la extensión irrestricta del
miedo como parte de la estrategia de la geopolítica de dominación.
LAS GUERRAS
BACTERIOLÓGICAS
De esta
manera la llamada guerra bacteriológica que ha sido desencadenada por el
belicismo norteamericano, ha experimentado con virus y bacterias que han sido
parte de las pandemias desatadas en el último tiempo; y ahora confirmada por
los investigadores de que el caso del Corona Virus, ha sido introducido en
China por el ejército norteamericano, como parte de esta confrontación mundial
por la hegemonía de los mercados y las fuentes energéticas. Sólo que en un
riesgo no controlado, la pandemia en un mundo globalizado, ha logrado
expandirse a prácticamente casi todos los países del planeta.
Sin embargo
en un efecto no esperado, pero que resulta de la conformación autoritaria de
los estados en el capitalismo; encontramos que bajo la estrategia del miedo, el poder autoritario del Estado
vuelve a cobrar vigencia a nombre de todos por la salud y la seguridad de
todos. El miedo que nos atomiza y nos deja en la inseguridad absoluta de manera
personal y familiar busca seguridad, y como dice Zcisec, la soledad que ya el
sistema capitalista ha generado entre nosotros y principalmente en el primer
mundo, es todavía más acentuada en el aislamiento al que los sistemas de
cuarentena de los estados han sometido a sus poblaciones: como buscando
imprimir en la psiquis de la ciudadanía, que sólo existes si el Estado quiere
que existas. Esta condición se ve reflejada en el siguiente testimonio:
“…Todo
encaja para un guion. Unos días antes el miedo desata una paranoia colectiva,
la gente se vuelca a las calles para vaciar los supermercados, comprar, comprar
y arrasar con los productos de higiene se convierte en un objetivo en sí, hay
tensión entre la ciudadanía… Los grupos totalitarios se ensañan contra una comunidad a la que se le considera
causante del mal, la xenofobia se propaga
igual que el virus… Los que
pueden se desplazan a otras ciudades desesperadamente, esto ocasiona una
tensión entre la ciudadanía, el rechazo a la gente desplazada se viraliza, en
algunos lugares hacen barricadas para impedir que la gente desplazada ingrese a
las ciudades.
La prensa
alimenta en miedo. Mientras tanto el Estado planifica las estrategias para
someter la voluntad de la población, la
ley marcial empieza de forma paulatina en diferentes ciudades, nadie puede salir de sus casas, salvo
excepciones, la policía y el ejército salen a las calles para reprimir a la
disidencia, los drones sobrevuelan para disuadir, protección civil hace sus
recorridos por las calles con un altavoz que advierte que no puedes salir, la gente se alía con la policía para señalar
a la gente que se salta las normas, se cierran las fronteras y las casas se
convierten en cárceles… Mientras eso sucede EEUU despliega 30. 000 soldados en
Europa inmunes al virus, llegan para iniciar la Europe Defender 20. Se trata de
un ejército militar diseñado para probar
estrategias que deben utilizarse en una hipotética guerra…” (Testimonio de
Mauri G. migrante boliviana en España).
Ya los
miedos occidentales se vieron plasmados en decenas de películas que expresan y
difunden el miedo a lo desconocido, y que en definitiva trae consecuencias catastróficas
para la humanidad, pero además individualizando el temor y la salvación, en los
individuos y sus familias, con el final feliz que todos esperan. También la
literatura nos ha ofrecido entre muchos, obras como las de Saramago o Camus,
para reflexionar no la salvación de la catástrofe, sino el comportamiento moral
de las personas en su relación con el poder, cuando la sobrevivencia está en
cuestión y se tiene la opción o del sálvese quien pueda aceptando plenamente el
autoritarismo estatal al que el sistema nos empuja (y que en definitiva
seleccionara a los más aptos para la sobrevivencia, contemplando sus interés,
recursos y privilegios de clase), o de fortalecer los lazos comunitarios que
nos permitirán ver por todos y recuperarnos como humanidad.
Es evidente
de que si en el análisis nos quedamos en una visión oficial del poder
eminentemente sanitarista, donde se escarban sobre todo nuestros miedos, que se
acrecientan e intensifican en los medios y en las creencias populares que
complementan las inseguridades; y que tienen como tema fundamental crear
certidumbres en el poder vigente personificado en el estado, que es a quien se
atribuye la mágica voluntad de ordenarlo todo y de volvernos al pacto original
de perder nuestra libertad a cambio de un sentido iluso de seguridad que en
realidad no existe.
BOLIVIA: PANDEMIA Y LEGITIMIDAD ESTATAL
En Bolivia
con un Estado que asumió plenamente la herencia colonial y republicana, donde
los pocos ejercieron la dominación, principalmente a través de las armas del
ejército, y atreviéndose a los escasos momentos de decisión popular donde
siempre procuraron amarrar las decisiones del voto a la matriz colonial de
quienes están llamados a mandar y quienes solo a votar; encontramos que el
poder de las minorías siempre se diluyó en la de sus interés personales,
familiares, logieros o de clase; pero nunca en la perspectiva de la mayoría,
quienes para ellos simbolizaron históricamente la razón de la dominación
colonial y republicana; pero al propio tiempo necesarios por su
trabajo, para seguir teniendo un país del que esa minoría pueda seguir
sacando réditos, trátese de dictaduras o democracias.
Luego de 14
años en los que históricamente se buscó construir un Estado Plurinacional, que
contemplara las mayorías que finalmente son parte de la ciudadanía; se generó
un liderazgo importante que dio lugar a grandes cambios y transformaciones que
más allá de las propias condiciones económicas, dieron lugar a la ciudadanía
intercultural, que dio protagonismo a lo indígena originario y campesino en la
política y las transformaciones económicas y sociales. En este marco distinto
es que se enfrentaron diversas epidemias, en las que a pesar de admitir las
grandes carencias en el sistema de salud, se tuvo el liderazgo fundamental y la
legitimidad de quién conducía el proceso de cambio y generaba credibilidad, a
pesar de las torvas miradas discriminadoras de las minorías que incluían al
gremio de los médicos, quienes encabezaron las principales protestas políticas
de la clase media y del movimiento “pitita”.
Hoy en el
país, con una presidenta de transición, cuyo partido las pasadas elecciones
obtuvo un respaldo de menos del 5% de la votación; que para sostenerse en el
golpe de estado tuvo que acudir a las fuerzas armadas y la policía, para
asesinar a más de 35 personas, herir a otras 850 y encarcelar a otras 1000;
junto a una persecución permanente sobre los dirigentes sociales. Aún más
cuando nos referimos a las elecciones que debería celebrarse el próximo 3 de
mayo, todas las encuestas señalan como claro ganador al MAS-IPSP con
porcentajes que van entre el 33 y el 38,5% (e incluso encuestas que fueron
impedidas de difusión que le dan cifras porcentuales cercanas o incluso mayores
al 50%, suficiente para lograr la victoria en primera vuelta electoral) y el
partido de la presidenta de facto, donde ella es candidata, que ni con los
ingentes recursos gubernamentales logra superar el 18%.
En estas
condiciones, no existe legitimidad para liderar a nombre de todos el enfrentar
la pandemia del Corona Virus sino es a través del miedo instalado a nivel
mundial y difundido localmente, que justifique a nombre del bien de todos, el
volver a instalar el poder represivo del Estado a través de las fuerzas armadas
y la policía. Y es que en Bolivia han confluido la crisis mundial del
capitalismo enfrentado, junto a la crisis política local que provocó un golpe
de Estado y ahora una crisis sanitaria, que debe ser leída o interpretada de
manera integral. Por eso las medidas sanitarias impulsadas desde el poder a
nombre de todos, son medidas de contenido político, que no velan por el
conjunto sino principalmente por las minorías privilegiadas que además de
mantener sus posesiones y ganancias, quieren blindarse sanitariamente frente a
la mayoría potencialmente infectada por pobre e insalubre.
Pero
todavía más a nombre de esta representación de la fuerza, de la represión
consensuada por el miedo, se suspenden elecciones y se conduce un régimen de
golpe continuado, montado en la fuerza de los acontecimientos y la emergencia
de las condiciones mundiales y locales.
LAS
SOLUCIONES DEL DESASTRE
En medio de
la improvisación estatal, que tiene como razón fundamental el sostenerse el
mayor tiempo posible en el poder, para desarticular no sólo la estatalidad
plurinacional creada en el país sino sobre todo la desarticulación de las
organizaciones sociales que han acompañado ese proceso; el factor tiempo es
importante para disminuir los porcentajes que sigue sosteniendo el MAS-IPSP
sobre la oposición, para generar una suerte de culpa histórica sobre la gestión
del proceso de cambio sobre la crisis que económica que ellos no supieron
controlar, sobre la crisis sanitaria que también para ellos se yergue con el
argumento de falta de inversión en salud y equipamiento.
Es evidente
que la oposición en su conjunto no tienen una propuesta país que ofrecer, más
allá de la oposición unificada frente al proceso de cambio, es así que ahora
cuando la fuerza estatal se hace más necesaria que nunca para organizar al
conjunto social en torno a tareas y responsabilidades comunes, sólo atinan a
dictar medidas autoritarias, amenazas y encarcelamientos que evidencian su
falta de legitimidad para dirigir de manera integral una crisis como la que
vivimos. Su mayor solución, además imitando lo ocurrido en otros países en
contextos diferentes, es la del aislamiento, la personificación del problema,
pues eres culpable si no te quedas en tu casa, parece el mensaje vedado de si
te mueres es tu problema y hazlo en tu casa.
Por eso las
soluciones pasan por vaciar las calles, asumiendo además desde la perspectiva
de las minorías de que todos tienen trabajo seguro, y con sueldo, y no un país
donde la mayoría vive del comercio informal o de labores que implican el
esfuerzo diario para la sobrevivencia. Entonces el propósito de las medidas
antes de cuidar a la ciudadanía es la reivindicar al poder de Estado,
desmovilizar a las mayorías, poner en evidencia que más allá de las elecciones
se les recuerda quienes mandan en el país y lo seguirán haciendo, y que bajo ese
mandato nos mandan a casa a morir; por cuanto no existe ninguna estrategia
sanitaria en positivo, que como poder pudiera haber desarrollado en beneficio
de todos.
Desde la
experiencia mundial y la demanda social se hace necesario que el estado sea un
gestor de certidumbres mínimas, que más allá de la represión y el aislamiento
se preocupe en esta crisis de emergencia sanitaria por adquirir los insumos
necesarios de medicinas y vacunas que ya han dado resultados en otros países,
desde el lograr apoyo médico de quienes tienen ya adquirida la experiencia para
enfrentar esta pandemia.
Existe la
necesidad de generar una legitimidad que corresponsabilice a la ciudadanía del
control y la participación social, donde no sean los soldados los que realicen
un control sanitario en el que no están capacitados, sino la organización
barrial o comunal que permita detectar sospechosos, y coordinar con el sistema
médico, que además debería crear las condiciones para atender a una población
potencial a ser afectada, como una labor de Estado.
Que la
solidaridad sea la marca fundamental de la confrontación con la pandemia, que
nos afirme socialmente frente al sálvese quien pueda de algunos, que podamos
preocuparnos por los más indefensos y desvalidos, que podamos acompañar las
condiciones de quienes no pueden guardar cuarentena frente a la disyuntiva de
morir de hambre o contagiarse con el Corona Virus, con medidas económicas que
no sólo pospongan el hambre y las deudas sino que las detengan junto al
acompañamiento de las carencias alimenticias a las mayorías que deberá ser una
labor permanente de Estado.
En
definitiva es necesario recomponer la legitimidad social de la autoridad, aún
en medio de situaciones conflictivas como las que vivimos, para recomponernos
socialmente, y que el poder de decisión se encuentre más allá del autoritarismo
que solo quiere deshacerse del problema, afectando lo menos posible a las
minorías, y generando consecuencias para una mayoría, que no sólo debe lidiar
con los miedos reales e impuestos, sino con la sobrevivencia de cada día, que a
la larga será el temor mayor, y será justamente el que prevalecerá en contra
del poder del autoritarismo.
Mientras no
se reponga la legitimidad de la Democracia debemos seguir construyendo
ciudadanía intercultural todos los días, que el autoritarismo no nos haga
olvidar el camino recorrido sino que sea una razón fundamental para que en
tiempos como en los que vivimos, sigamos tejiendo solidaridad y comunidad,
organización y lucha con todos por un mundo en el que siempre quepamos todos.
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