viernes, 22 de mayo de 2020

LA DERROTA DE LOS VERDUGOS


Por: Mauricio Bustamante Rivero*


Vamos a imaginar dos caminos que se hacen al andar. El camino más corto, está teñido de un color verde opaco. Es húmedo, desdibujado y transmite un olor fuerte a pintura látex, como si un jet alquilado lo recorriera todas las noches retocándolo de punta a punta. Los ojos más acuciosos intentarán saber por qué y a quién le interesa sobreexponer ese verde grisáceo a otros colores. Esas miradas no se van a conformar con una cotidianidad sospechosa. A pesar del riesgo, comenzarán a investigar la historia y los últimos acontecimientos, los van a escribir para que existan y, posiblemente, los expongan públicamente. En la ruta tomarán fotografías que contrastarán con las del álbum familiar y las de la hemeroteca, para determinar después de algún tiempo los colores prohibidos: el blanco de las casas, el rojo de las rosas, el amarillo del sol, el violeta de las feministas, el naranja de los mercados, el azul del cielo, el verde vivo de los árboles. Verán sin vendas el mundo como es, con sus pinceladas de maravilla pero también con sus peores defectos. Allí se abre paso un momento íntimo, estas personas comenzarán a inspirarse para cambiar el mundo. Se organizarán para imponer de moda el amor y la solidaridad en los tiempos difíciles. Descubierto el velo de las cosas, la razón de esa pintura que a muchas personas trae tantos y tan malos recuerdos, sólo queda actuar sin miedo para recuperar el arcoíris.

En el camino largo, todos los colores son parte de la vida. Los encuentras allí en el día o en la noche: está el blanco de las casas, el rojo de las rosas, el amarillo del sol, el violeta de las feministas, el naranja de los mercados, el azul de las estrellas, el verde de las hojas. Cada día las personas ven sus colores distintos y respetan su dignidad mutua. Un mismo ideal las une por un desafío mayor. Saben que no todo está bien, que así como observan en las redes la desdicha de otras personas, en su realidad también pasan cosas y hay quienes eligen no tener principios ni cerebro. Por eso la revolución cultural les parece lo mejor para vislumbrar sus perspectivas de futuro. Este desafío les brinda la entereza necesaria y una esperanza inmutable para seguir adelante.

Sin embargo, más allá de estos caminos poco convencionales de la imaginación, quiero contarles que me he planteado andar por alguno. Con los años descubrí que la vida depende de las elecciones y decisiones que asumimos. Por eso una curiosidad infinita me atrapa: averiguo historias, saco fotos, leo libros, discuto diferentes posiciones, converso con la gente, contrasto todo y ahora escribo estas líneas.

El verde claro/grisáceo/negro del régimen que disparó, dispara y amenaza, no me representa. Prefiero la diversidad de colores y un futuro donde quepan muchos mundos. A la luz de la experiencia latinoamericana, me atrevo a pensar que con esfuerzo, claridad y una dosis de suerte, derrotaremos a los verdugos.

*Analista político

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