sábado, 13 de junio de 2020

Nuestro Plan País (2020 – 2025) para transformar EE.UU.

Por: Mauricio Bustamante Rivero












A través del presente escrito, convocamos a toda la militancia progresista nacional e internacional, a una concentración en la histórica plaza “Liberty Park” de Manhattan – Nueva York, por dos motivos fundamentales: (1) La autoproclamación de un Presidente o Presidenta Encargada de EE.UU. y (2) la presentación de nuestro Plan País 2020 - 2025.

Definitivamente, muchos ciudadanos y cuidadanas podrían hacerlo mejor que Trump. Podríamos elegir a cualquier compañero o compañera que desde Mineápolis, Detroit, Oakland, Indianápolis, St. Louis, Chicago, Louisville, Davenport, Baltimore, Atlanta, Phoenix, Charlotte, Las Vegas, Filadelfia, Fort Lauderdale, San Francisco, Los Ángeles, Nashville, Salt Lake City, Nueva York, Washington, D.C., Miami, Portland (Oregón), Pittsburgh, Seattle y Tulsa, le mostraron al mundo que aún hay fuerzas y esperanzas de una transformación profunda en EE.UU. ¡GEORGE FLOYD: LA LUCHA SIGUE! ¡BLACK LIVES MATTER!

Que nadie se preocupe por los formalismos. El mismísimo gobierno de Mr. Trump reconocerá al movimiento. Ellos no dudan en vulnerar su propio “orden democrático” tal como lo conciben. Además, seremos muy indulgentes con Trump y podrá irse a México. Allá seguro sabrán tratarle con el mismo cariño y la misma deferencia que él tuvo con los niños, niñas, madres, padres y toda la población migrante.

¿Qué haremos por transformar EE.UU.? Veamos las principales propuestas de nuestro Plan País 2020 – 2025:

1.    Retiraremos todas nuestras tropas de Irak, Somalia, Libia, Yemen, Pakistán y Siria, para que esos países recuperen la soberanía sobre sus recursos naturales y esto les permita reconstruir sus naciones (toda la infraestructura vial, sanitaria, educativa e industrial destruida) posibilitando el regreso de los más de 10 millones de refugiados, inclusive profesionales y técnicos que migraron y significaron una pérdida enorme para el desarrollo de sus países, que durante la guerra tuvieron un retroceso en todos los indicadores de desarrollo humano. Romperemos relaciones con Israel y ya no respaldaremos el brutal ataque genocida contra el pueblo de Palestina, en el cual mueren centenares de personas diariamente.

2.    Restableceremos las relaciones internacionales bajo la premisa inequívoca de la diplomacia de los pueblos, con igualdad, reciprocidad y respeto a la soberanía de las naciones. En principio, se remitirán notas diplomáticas pidiendo sinceras disculpas y condolencias a Argentina, México, Nicaragua, Uruguay, Panamá, Paraguay, Chile, Puerto Rico, Haití, República Dominicana, Guatemala, Túnez, Japón, China, Angola, Corea, Indonesia, Camboya, Líbano, Libia, Somalia, Sudán, Afganistán, Filipinas, Irak, Yemen, Pakistán y Siria, por las intervenciones militares que causaron la sensible muerte de sus connacionales y afectaron su desarrollo. En la misma línea, se enviarán notas a los países de Europa y América Latina pidiendo disculpas por la intervención y financiación de los golpes de Estado perpetrados militarmente y que dejaron miles de personas muertas, heridas, torturadas, exiliadas y desaparecidas. Por supuesto, suspenderemos el embargo a Cuba y realizaremos una propuesta de resarcimiento de daños, y levantaremos las sanciones irracionales impuestas actualmente contra Venezuela.

3.   Promoveremos un “Acuerdo Internacional por el Derecho a la Existencia de los Pueblos”, que congregue a todos los países para frenar en seco la carrera armamentística, la industria nuclear y la inversión en bombarderos estratégicos, cohetes crucero, portaviones nucleares y submarinos atómicos, para reinvertir esa cantidad monstruosa de dinero en el sistema universal de salud gratuita a prueba de cualquier pandemia, en el abastecimiento de los servicios básicos, en la compra de equipos agrícolas para la diversificación productiva con soberanía y seguridad alimentaria, en la alfabetización mundial y en la cultura de la paz.

4.    Nos convertiremos en un aliado del planeta y retomaremos el Acuerdo de París contra el cambio climático, cumpliendo con la reducción sostenida de gases de efecto invernadero en un 10% hasta el año 2050. Las fuerzas productivas se desarrollarán en base a la satisfacción de las necesidades básicas de la sociedad, promoviendo los equilibrios necesarios para saber qué producir, qué consumir y de qué tipo de energía depender.

5.   Seremos un país soberano y por esa misma razón, respetuoso de los asuntos internos de otros países. Pero, si los emporios económicos internacionales insisten en mantener alianzas con las clases políticas que pregonan la guerra, declararemos el reclutamiento obligatorio, de tal suerte que a la guerra irán jóvenes entre dieciocho y veintiséis años de edad de todas las familias, incluidas aquellas que por sus ingresos forman parte del 5% de las rentas más altas. Si los ricos están de acuerdo con ir a la guerra físicamente, sería una gran sorpresa sin duda, pero no pasará.

6. Cambiará nuestra concepción de la democracia y con ello también el sistema electoral estadounidense. Con lo primero, se afirma con claridad que no se ejercerá más un modelo de democracia impuesto a bombazos en Oriente Medio, o a través de la injerencia en las elecciones de otros países. Con lo segundo, plantearemos un proceso participativo de discusión para la reforma del sistema electoral nacional, que tiene problemas evidentes porque quienes obtienen mayoría de votos de la población no resultan electos o electas.  

7.    En lo económico, seremos intolerantes con la avaricia y corrupción del 1% de banqueros que se apropia de la riqueza y seremos parte del 99% que plantea una revolución estructural que redistribuya la riqueza nacional de acuerdo a las necesidades de la población, evitando la trampa de las compañías que han ocasionado que treinta millones de personas lleguen a su tope de endeudamiento y se vayan ejecutando más de 3 millones de hipotecas y desalojo de hogares. Para superar la crisis económica desatada por el capitalismo, donde el COVID - 19 es un efecto perverso más, dinamizaremos el mercado interno y la inversión pública en los sectores estratégicos y en los sectores generadores de ingresos y empleo. Diversificaremos la economía, profundizaremos el apoyo a la agricultura orgánica, el turismo, la vivienda, el transporte y las artesanías. Asimismo, promoveremos transferencias condicionadas, incrementos salariales dignos y desarrollaremos formas de producción basadas en relaciones sociales que sustituyan el trabajo enajenado y erradiquen la explotación y el usufructo.

8.  Erradicaremos al Estado monocultural, colonial, discriminatorio, represivo y excluyente; y lo sustituiremos por un Estado plural e intercultural que respete los derechos de afrodescendientes, indígenas, blancos, estadounidenses de origen latino e hispano, reconociendo sus derechos y formas de autogobierno, en el marco de la  vigencia plena y respeto absoluto a los derechos humanos elementales como la vida, la integridad física individual y colectiva, la libertad de expresión, etc. 

9.     La salud y la educación serán asumidas como derechos fundamentales de las personas y no como privilegios del dinero, por lo cual serán gratuitas y de acceso universal, haciendo hincapié en la prevención en cuanto a salud y en la especialización educativa de acuerdo a las necesidades de desarrollo del país. Ampliaremos la capacidad de las bibliotecas físicas y virtuales en todas las escuelas y universidades, impulsando eventos académicos, lúdicos, culturales y deportivos abiertos a la población, que permitan a las personas leer, debatir y vivir preguntando y respondiendo sobre los problemas fundamentales de la sociedad. Somos el país más desarrollado del mundo y contamos con la tecnología más avanzada y mucho capital humano. Replicaremos el ejemplo de Cuba y pondremos a disposición de todos los países, brigadas solidarias para salvar vidas y equipos que impulsen la tecnología, la educación, el arte y la cultura.

10. Promoveremos un Estado despatriarcalizado que respete los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT, que incida mundialmente en la erradicación de la violencia en razón de género, los feminicidios, los crímenes de odio, las violaciones sexuales y la trata y tráfico de personas. Asimismo, aprovecharemos lo que queda del bono demográfico para que la juventud no vaya a la guerra sino que acceda a un trabajo digno en los procesos de diversificación productiva, industrialización, reingeniería de los servicios de protección social, excavaciones de pozos para el abastecimiento de agua potable, planes de prevención y mitigación del cambio climático, aumento de la esperanza de vida, etc.

Después de muchos años de statu quo, es importante escribir otras líneas en nuestra historia. Vengan a la plaza y dejemos en cada palabra de estas propuestas, el testimonio de nuestra presencia y compromiso con la transformación. Tenemos la esperanza y, sobre todo, el deseo de acertar esta vez.

viernes, 12 de junio de 2020

El mito de la “revolución de las Pititas”

Por: Ángel Cahuapaza Mamani*

La “revolución de las Pititas” es el nombre general con el que se quiere hacer una historia inmediata del acontecimiento vivido entre octubre y noviembre de 2019. Después de seis meses de los hechos acaecidos, ya se escribieron varias publicaciones al respecto, queriendo narrar una “historia oficial” de los hechos desde la lógica de la clase media conservadora, racista y clasista (Pititas).

En todas las publicaciones que se realizaron, entre libros y artículos de opinión, se tiene una narración común de los acontecimientos y se maneja el discurso de que los hechos suscitados fueron por la lucha de “recuperación de la democracia” contra una “dictadura”, por una “revolución”, en contra de la “corrupción”, por la conquista de la “libertad de expresión”, en contra de un “fraude electoral”, y que la participación policial fue para unirse a esa “revolución” llevad adelante por los sectores urbanos representados por una clase media-alta que había quedado relegada del poder político por más de 13 años.

Dentro de este discurso oficial de historia inmediata narrado desde los Pititas, se quiere hacer creer que hubo una “revolución” y que las movilizaciones (bloqueos, marchas y cabildos en las principales ciudades capitales), encabezadas por sectores urbanos representados por una clase media-alta fueron una “revolución” de 21 días. No obstante, las revoluciones que se suscitaron en la historia produjeron varios cambios para toda una población o nación.

En ese sentido, entendemos por revolución a un cambio o transformación trascendental en el ámbito social, económico, cultural y religioso para toda una nación. Dentro de esta definición y revisando la historia, podríamos poner de ejemplo las grandes revoluciones que se produjeron en la historia, tal es el caso de la Revolución Francesa, la Revolución Industrial, la Revolución Soviética, la Revolución Mexicana para el contexto latinoamericano, o la Revolución de 1952 para el contexto boliviano.

Por lo tanto, los acontecimientos de octubre y noviembre de 2019 no tuvieron nada de revolución, porque no beneficiaron a toda la población boliviana, solo fue un movimiento de una parte de la población, teniendo en cuenta que la población mayoritaria en Bolivia sigue siendo indígena y que el sector movilizado fue encabezado por el sector urbano que representó a la clase media y alta en general, que culminó con el cambio de un gobierno transitorio.

Entonces no podemos hablar de revolución ante un movimiento de élites que pregonaba el discurso de defensa de la democracia, lucha por la libertad de expresión, contra una dictadura, corrupción, tiranía, nepotismo; y que en el fondo tuvo un plan estratégico de asalto al poder político por parte de los sectores conservadores, racistas y clasistas que ostentaban hambre de poder, porque este les había sido arrebatado por un indígena hace más de 13 años.

De la misma forma, no hubo cambios económicos para la población boliviana, más al contrario el gobierno transitorio está quebrando la economía boliviana con los casos de ENTEL, YPFB, BOA y el caso de los respiradores. Tampoco hubo un cambio social, sino un cambio de poder político, lo que si quería imponerse es la religión católica, no respetando el estado laico que rige en la constitución política boliviana.

Por ende, no fue revolución lo que pasó en octubre y noviembre de 2019 en Bolivia, más al contrario, fue un asalto al poder político por parte del sector conservador, racista y clasista, que utilizó al movimiento de los Pititas con el apoyo de grupos paramilitares, la parcialización de la Policía y participación de las Fuerzas Armadas. En consecuencia, los Pititas están representados por un gobierno transitorio, que en su accionar está haciendo todo lo que criticaban en su momento al gobierno anterior y que está lleno de corrupción en poco tiempo. Desmitificando uno de los mitos, podría afirmarse que no hubo revolución, más bien hubo un asalto al poder político para batir un récord de corrupción.

*Historiador

miércoles, 10 de junio de 2020

Estado Plurinacional: Culturas somos todos

Por: Juan Carlos Pinto Quintanilla

Cuando algunos gobiernos latinoamericanos crearon en sus gabinetes el ministerio de cultura, en temporales aperturas democráticas o bien en gobiernos de facto, lo hicieron bajo la perspectiva monocultural sobre la que se construía su imagen de Estado Nacional. Es decir, sostener la ideología de la colonización en nuestras sociedades, que las hagan lo más universales posible, y se acerquen a la idea de que lo “culto” es lo que el mundo colonial produjo, y nosotros debamos imitar lo mejor posible (a manera de ejemplo, la música culta es la música clásica del primer mundo).

En esa perspectiva colonial hasta ahora vigente, la cultura es una serie de lecturas, conocimientos y títulos que mientras más nos acercan al ideal  occidental del conocimiento, “nos hacen más cultos”. La contrabalanza se encontraba en la promoción de la folklorización de danzas y costumbres de los pueblos indígenas y originarios, que eran parte del plan económico vinculado al turismo. En definitiva el sentido de lo cultural en el mundo republicano y luego neoliberal, estaba dado por la promoción de “una sola cultura” que nos acerque de mejor manera al ideal del mestizaje, necesario para la construcción del Estado nacional, mientras se utilizaba como renta turística el folklore, considerado como un exotismo de “usos y costumbres de los indios” pero que para ellos, tenía muy poco que ver con la construcción del país y del Estado.

Tuvo que ocurrir una transformación social con el proceso de cambio, para que las culturas se hicieran parte del llamado Estado Plurinacional, para que los pueblos IOC impregnaran con su identidad los espacios públicos y de representación, para que empecemos a hablar de Culturas, en plural como buscando reivindicar la negación colonial de tantos años sobre la identidad de los pueblos indígenas. Y los pueblos diversos y plurinacionales invadieron los espacios exclusivos de la bolivianidad republicana y neoliberal, para sellar con su presencia el nuevo país que deseamos construir donde no se niega a nadie y todos están convocados a participar.

Pero esta irrupción cultural no tuvo un acompañamiento revolucionario por parte de la institucionalidad estatal del “Ministerio de Culturas”, que cumplió una labor de promoción hacia el mundo de la revolución que ocurría en Bolivia, del presidente indio que expresaba un modelo alternativo y complementario frente al mundo competitivo del mercado. Sin embargo hacia el país, hacia la plurinacionalidad en revolución, sólo tuvo un papel de organización de espectáculos y ceremonias, de legalización de políticas culturales que ponían vigentes las prácticas culturales antes negadas, más no el de detonar el potencial revolucionario de las culturas que hicieran justamente el que la revolución ideológicamente se definiera en las calles y en las cabezas como un acontecimiento cotidiano que se iniciaba y que no pararía; que le diera a los pueblos toda la palestra y apoyo para que su identidad impregnara al Estado Plurinacional, no sólo con su representación política, sino con todo su ajayu que nos muestre que no sólo vivíamos un cambio de gobierno sino un cambio de época en el que se expresara como la columna vertebral de la revolución.

Nunca terminaron de encontrarse en el Estado, las carteras de Descolonización y Culturas; la primera, cercada y aislada tal si fuera un “Ministerio de asuntos campesinos” del pasado dictatorial; y la segunda, ahogada en el escenario político, sin construir contenidos y menos políticas culturales que hagan de la revolución una movilización de la ciudadanía intercultural.

Tras el golpe, la cartera de Culturas volvió al viejo esquema republicano y neoliberal, de ser un espacio de uso político nombrando convenientemente a una dirigente de El Alto, cuya primera medida cultural fue la de hacer y reglar frazadas con su imagen estampada, o bien la de corromper a dirigentes alteños con ofrecimientos y prebendas, junto a la cantidad de parientes y dirigentes cooptados que llegaron para ocupar un puesto de trabajo en el ministerio.

Por eso no sorprende el que finalmente la presidenta de facto, siguiendo los lineamientos del FMI como condicionante para la obtención de los préstamos solicitados, hubiera decidido cerrar este ministerio junto al de deportes; tal como ya ocurriera con Macri en Argentina y con Bolsonaro en el Brasil. Las argumentaciones para tal cometido, son absolutamente ideológicas pues nos hablan de inoperancia y “gasto absurdo”, lo que es absolutamente coherente desde su perspectiva de creer que la inclusión cultural de las mayorías es un tema del MAS y no del país, pues “ellos” vuelven a reivindicar su colonialismo cultural respecto al primer mundo y todavía más con fuerte sesgo evangélico que expresa la religionización de la política,  como la única cultura a la que deberíamos someternos como Estado y como país (pues como dice la presidenta Añez, “eso del Estado Laico, es un invento del MAS para alejarnos de dios”), en una nueva cruzada evangélica que nos recuerda la llegada de los primeros evangelizadores-colonizadores al continente. 

Menuda tarea revolucionaria la que nos espera ahora, en medio de la pandemia y la crisis política, que se refiere no sólo a los gestores culturales que tenían o tuvieron relación con políticas culturales, o con la promoción turística del país, que es lo formal y que definitivamente se encontraba abandonada bajo la excusa de las prioridades estatales, pero que ha generado una reacción movilizada de estos actores sociales. Nos referimos sobre todo al desconocimiento de facto a la plurinacionalidad del Estado, a la construcción de la ciudadanía intercultural, a la ausencia del Estado en ese acompañamiento de construir juntos un nuevo país. Será pues una nueva bandera de lucha, quizás una de las más importantes para seguir, pues la realidad nos ha demostrado que sólo una revolución cultural e ideológica, descolonizadora,  podrá dar sustento a lo nuevo por construir. Podemos tener mejores condiciones de vida pero sino transformamos nuestra manera de relacionarnos, de convivir, de construir con el otro en condiciones de equidad, de Democracia Intercultural, de verdad que solo daremos lugar a más golpistas que solo buscan fomentar el racismo y la división entre los bolivianos.

lunes, 8 de junio de 2020

La Cultura no es despilfarro

Por: Verónica Córdova

Cuadro de Mamani Mamani, pintor boliviano.
Primero levantaron la cuarentena, con excepciones muy significativas. Mantuvieron la suspensión de actividades culturales, deportivas y políticas, al tiempo que autorizaron actos y ceremonias religiosas. La naturaleza discriminatoria de esta excepción no se le escapó ni siquiera a las autoridades eclesiásticas. ¿Será que los virus diferencian entre quienes se reúnen para rezar y quienes lo hacen para escuchar música? ¿Será que las necesidades espirituales, urgentes después del largo encierro, solo se reducen a ir a misa? ¿No es también alimento para el espíritu el teatro, el cine, la tertulia e incluso la reflexión política?

No contentos con discriminar a los artistas, su siguiente decisión es eliminar completamente el Ministerio de Culturas, fusionarlo con Educación, con Deportes, con cualquier cosa, borrando de un plumazo una conquista de décadas. Para ellos el arte es puro despilfarro, la identidad de nuestro país es tan útil como la bocina de un avión, el alma de Bolivia es un invento del Movimiento Al Socialismo y las instituciones creadas por los artistas para proteger su trabajo y estimular la creación son nada más que un gasto insulso.

¿Qué podemos decir ante esta nueva arbitrariedad, ante este despliegue de ignorancia, ante esta nueva manera de censurar y acallar las voces que podrían ser críticas? Eliminar el Ministerio de Culturas es una acción tan fascista como quemar libros en la plaza. Y lo hacen con el pretexto de ahorrar recursos. ¿Esos mismos recursos que derrocharon pagando sobreprecios en respiradores y en bombas lacrimógenas? ¿Esos mismos recursos que malgastaron en viajes en avión para festejar cumpleaños?

Dicen, para colmo, que eliminando el Ministerio de Culturas van a apuntalar la economía de las familias. ¿De qué familias? ¿De las suyas, como han hecho hasta ahora?

El arte es, debe ser, un artículo de primera necesidad, tanto en su consumo como en su producción. Durante la cuarentena, muchos encontramos consuelo y compañía en la música, los libros, las películas. Muchos artistas liberaron su trabajo en las redes sociales, hicieron actividades gratuitas, lanzaron convocatorias, aliviaron la pesada carga del aislamiento y el miedo. Y el Gobierno nos retribuye con discriminación, maltratos y finalmente borrando de un plumazo una institución que nadie “se inventó”: Nosotros la luchamos.

Esta semana circuló una solicitud de renuncia de la autoridad de Culturas, que firmamos cientos de artistas. Ahora, frente a este nuevo atropello, corresponde decir con claridad que no es solamente la Ministra de Culturas quien nos ha fallado en esta pandemia.

Es todo el gobierno de facto, que prioriza la represión antes que la salud; que utiliza la vida (y la muerte) de los bolivianos para tomar medidas que no le corresponden, afectando la economía y la biodiversidad del país en el largo plazo; que asumió el poder supuestamente defendiendo la democracia, y ahora se opone a la realización de elecciones. Ya no hay lugar para la duda, y hasta los más entusiastas pititas van a tener que preguntarse (si les queda un poco de honestidad y sangre en la cara): ¿Qué más se podía esperar de un gobierno que se hizo del poder sobre los cadáveres de decenas de compatriotas?

Nosotros, los artistas, no necesitamos de un Ministerio para componer, para filmar, para escribir, para pintar, para hacer danza, teatro, para —frente a todo obstáculo— seguir creando. Pero un país que no protege su cultura es un país sin alma, sin identidad, sin ajayu y, por tanto, sin futuro. Un Estado que no promueve el arte es un Estado muerto. Y un gobierno que considera la cultura un despilfarro, es un gobierno que no merece ningún respeto.

*Verónica Córdova, cineasta boliviana